“Hay que desarrollar un instinto hacia lo que uno puede alcanzar a duras penas mediante sus más grandes esfuerzos” Albert Einstein.
Existe un punto, en el límite mismo de la habilidad de cada uno, en él se puede aprender mejor y más deprisa. Te voy a explicar cómo descubrir este “punto óptimo”.
Existen tres zonas: zona cómoda, zona de punto óptimo y zona de supervivencia.
Zona cómoda: aquí tenemos sensaciones de facilidad, falta de esfuerzo. Trabajás pero no te esforzás ni luchás. Deberías tener como mínimo un 80% por ciento de intentos exitosos.
Zona de punto óptimo: aquí tenemos sensaciones de dificultad, estado de alerta ante los errores. Vas a luchar con todas tus fuerzas para alcanzar una meta casi inalcanzable, como si estuvieras rozándola con la punta de los dedos, y volvieras a esforzarte una vez más. Deberías tener 50 y un 80 por ciento de intentos exitosos.
Zona de supervivencia: aquí tenemos sensaciones de confusión, y desesperación. Estás sobrepasado, te precipitás, titubeás, intentás anticiparte. A veces conseguís el éxito pero sólo por una cuestión de suerte. El porcentaje de intentos culminados con éxito está por debajo del 50 por ciento.
Para comprender la importancia del punto óptimo pensemos en un alumno; le pondré un nombre fantasía para cuidar su integridad: “Goku”. Goku era mediocre en todo el sentido de la palabra: habilidad mediocre, hábitos de práctica mediocres y motivaciones mediocres. Pero una mañana ocurrió algo extraordinario: Goku completó en cinco minutos el equivalente a un mes de práctica.
Esto fue lo que ocurrió: Goku realizó unos cuantos movimientos. Entonces cometió un error e inmediatamente quedó paralizado, como si el muñeco de madera estuviera electrificado. Observó con atención el video que le había filmado de tarea. Repitió textualmente las palabras que yo le había dicho. Colocó los brazos y pies como correspondían, en una especie de ensayo silencioso sin buscar velocidad o contundencia. Entonces volvió a empezar, llegó un poco más allá, volvió a equivocarse, se interrumpió de nuevo y regresó al principio. De esta manera, trabajando instintivamente, aprendió más en el transcurso de cinco minutos de lo que habría aprendido en un mes entero si hubiera practicado como lo hacía normalmente, es decir, interpretando toda la secuencia e ignorando los errores.
¿Por qué? Imaginemos las conexiones cerebrales de Goku durante esos 5cinco minutos. Cada vez que cometía un error estaba sintiéndolo y corrigiéndolo, soldando la conexión adecuada en el cerebro. Cada vez que repetía el pasaje, lo que hacía era fortalecer aquellas conexiones y sellarlas,. No estaba sólo practicando, estaba construyendo su cerebro. Se encontraba en el punto óptimo.
Para alcanzar el punto óptimo hacen falta dos cosas:
– Creatividad: Por ejemplo, hay golfistas que practican su swing bajo el agua, lo que los ralentiza y les permite apreciar y corregir sus errores. Hay músicos que tocan sus canciones al revés, lo que los ayuda a captar mejor la relación entre las notas. Se trata de métodos distintos, pero el modelo subyacente es el mismo: encontrar maneras de esforzarse y llegar más lejos, de mejorar, de practicar hasta el límite de nuestra competencia.
– Hacer el ridículo: Estar dispuesto a arriesgarse a sufrir el dolor emocional que implica cometer errores es absolutamente esencial. Porque esforzarse es fallar y volver a intentarlo. Es la manera del cerebro de desarrollar y formar nuevas conexiones.
¿Cómo sé cuál es mi punto óptimo?
Si te esforzaste al máximo, preguntate a vos mismo ¿qué es lo que alcancé a duras penas o estuve a punto de alcanzar? Señalá el límite de tu habilidad actual y apuntá un poco más allá. Ese será tu punto óptimo.
Es importante como instructores y como compañeros de práctica, que prestemos atención al punto óptimo de la persona que tenemos frente a nosotros. Porque si lo mantenemos en una zona cómoda (que puede estar bien para comenzar la clase), estaremos “adulando” al otro y perjudicando su evolución. Y si, por otro lado, lo mantenemos en la zona de supervivencia, estaremos divirtiéndonos, alimentando nuestro ego pero perjudicando el proceso de la otra persona. Por lo tanto, la mejor manera de ayudar al otro en clase es volver siempre a la zona óptima.
Resumiendo: La zona cómoda es ideal para entrar en ritmo para la práctica. La zona de supervivencia a veces es necesaria para entrar en una pequeña crisis o cuestionamiento, o para invitar a la humildad a algún desatinado. Pero lo mejor para la evolución de las personas es el hábito del punto óptimo: sólo él nos invita a empujar nuestros límites.
Sifu Galo Villanueva, Cofundador de WTKUNGFU. Director de Sede Recoleta WTKUNGFU.